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Nosotros

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Una historia de Dedicación y Excelencia

Con una fundación sólida en prácticas agrícolas sostenibles y un compromiso inquebrantable con la calidad, hemos crecido para ser un referente en la industria de la vainilla. Nuestros productos además de cumplir con los más altos estándares internacionales como la Denominación de Origen “Vainilla de Papantla” certificaciones OU Kosher y Global Markets Programme, también llevan el sello de nuestro amor por la tierra y la comunidad. Conócenos y descubre por qué Zanilli es sinónimo de excelencia en vainilla

Zanilli, que en Lengua Náhuatl significa “Leyenda”, es la consolidación de una empresa familiar fundada en 2002 en la ciudad de Gutiérrez Zamora, Veracruz México. Esta empresa nace con la finalidad de producir Vainilla Planifolia Mexicana utilizando las mejores prácticas de cultivo para obtener vainilla de excelente calidad, beneficiarla, procesarla y distribuirla mundialmente.

Producir y distribuir Extracto de Vainilla Mexicana de excelente calidad, llevando el auténtico y original sabor de la vainilla a todo el mundo.

Ser los productores y distribuidores de Extracto de Vainilla Mexicana más prestigiado de México.

En Zanilli lo más importante lo constituyen nuestros valores, ya que son la guía de nuestro trabajo diario: Calidad, Integridad, Inovación, Servicio, Responsabilidad Social y Compromiso Humano.

Certificaciones

Nuestras Certificaciones

El Extracto y el Saborizante de Vainilla Zanilli están hechos con Vainilla Natural Mexicana y cumplen con las especificaciones de producción y etiquetación según la norma en México y USA.

Certificado Kosher

Global Standards FSDP

Otorgamiento de Denominación de Origen

SQF (2025)

Valor Agregado

Más que un sabor, una Experiencia

En Zanilli nos esforzamos por dar a nuestros clientes el mejor extracto y saborizante naturales, tanto en calidad como en inocuidad, es por eso que contamos con las siguientes certificaciones y constancias de conformidad:

Vainilla

Leyenda

En la cumbre de una de las más altas sierras cercanas a Papantla, tenía su templo Tonacayohua, “la diosa que cuidaba la siembra, el maíz y los alimentos”, de cuyo aderezo y ritos estaban encargadas 12 jóvenes nobles que desde niñas eran dedicadas especialmente a ella y que hacían voto de castidad de por vida.

En tiempos del rey Teniztli, tercero de la dinastía totonaca, tuvo una de sus esposas una niña, a quien por su singular hermosura le pusieron el nombre de “Tzacopontziza” que equivale a “Lucero del Alba”; y no queriendo que nadie disfrutara de su belleza, fue consagrada al culto de Tonacayohua.

Pero un joven príncipe llamado “Zkatan-oxga” (el Joven Venado), se prendó de ella, y a pesar de que sabía que tal sacrilegio estaba penado con el degüello, un día que “Lucero de Alba” salió del templo para recoger unas tortolillas que había atrapado para ofrendarlas a la diosa, su enamorado la raptó huyendo con ella a lo más abrupto de la montaña.

Pero no habían caminado mucho trecho cuando se les apareció un espantable monstruo, que envolviendo a ambos en oleadas de fuego, les obligó a retroceder rápidamente. Al llegar al camino, ya los sacerdotes les esperaban airados, y antes de que Zkatán pudiera decir una palabra, fue degollado de un solo tajo y la misma suerte corrió la princesa. Sus cuerpos fueron llevados aún calientes hasta el adoratorio, en donde tras extraerles los corazones que fueron puestos en las votivas del ara de la diosa, fueron arrojados a una barranca.

Más en el lugar en que se les sacrificó, la hierba menuda comenzó a secarse como si la sangre de las dos víctimas allí esparcida tuviera un maléfico influjo. Pocos meses después empezó a brotar un arbusto que de manera prodigiosa, en unos cuantos días se elevó varios palmos del suelo y se cubrió de espeso follaje.

Cuando el árbol alcanzó su crecimiento total, comenzó a nacer junto a su tallo una orquídea trepadora que, también con asombrosa rapidez, echó sus guías de esmeralda sobre el tronco del arbusto, con tanta fuerza y delicadeza a la vez, que parecían los brazos de una mujer.

El ardiente sol del trópico apenas si traspasaba las frondas del arbusto, a cuyo amparo, la orquídea se desarrollaba como una novia que reposa en el seno de su amado. Y una mañana se cubrió de mínimas flores y todo aquel lugar se inundó de inefables aromas.

Atraídos por tanto prodigio, los sacerdotes y el pueblo no dudaron ya que la sangre de los dos príncipes se había transformado en arbusto y orquídea; y su pasmo aumentó cuando las florecillas odorantes se convirtieron en largas y delgadas vainas que al madurarse, despedían su perfume todavía más penetrante, como si el alma inocente de “Lucero del alba” quitaesenciara en él las fragancias más exquisitas.

La orquídea fue objeto de reverencioso culto, se le declaró planta sagrada y se le elevó como ofrenda divina hasta los adoratorios totonacos; así, de la sangre de una princesa, nació la vainilla que en totonaco es llamada “xanath” (flor recóndita) y en azteca “tlilxóchitl” (flor negra).

Leyenda

En la cumbre de una de las más altas sierras cercanas a Papantla, tenía su templo Tonacayohua, “la diosa que cuidaba la siembra, el maíz y los alimentos”, de cuyo aderezo y ritos estaban encargadas 12 jóvenes nobles que desde niñas eran dedicadas especialmente a ella y que hacían voto de castidad de por vida.

En tiempos del rey Teniztli, tercero de la dinastía totonaca, tuvo una de sus esposas una niña, a quien por su singular hermosura le pusieron el nombre de “Tzacopontziza” que equivale a “Lucero del Alba”; y no queriendo que nadie disfrutara de su belleza, fue consagrada al culto de Tonacayohua.

Pero un joven príncipe llamado “Zkatan-oxga” (el Joven Venado), se prendó de ella, y a pesar de que sabía que tal sacrilegio estaba penado con el degüello, un día que “Lucero de Alba” salió del templo para recoger unas tortolillas que había atrapado para ofrendarlas a la diosa, su enamorado la raptó huyendo con ella a lo más abrupto de la montaña.

Pero no habían caminado mucho trecho cuando se les apareció un espantable monstruo, que envolviendo a ambos en oleadas de fuego, les obligó a retroceder rápidamente. Al llegar al camino, ya los sacerdotes les esperaban airados, y antes de que Zkatán pudiera decir una palabra, fue degollado de un solo tajo y la misma suerte corrió la princesa. Sus cuerpos fueron llevados aún calientes hasta el adoratorio, en donde tras extraerles los corazones que fueron puestos en las votivas del ara de la diosa, fueron arrojados a una barranca.

Más en el lugar en que se les sacrificó, la hierba menuda comenzó a secarse como si la sangre de las dos víctimas allí esparcida tuviera un maléfico influjo. Pocos meses después empezó a brotar un arbusto que de manera prodigiosa, en unos cuantos días se elevó varios palmos del suelo y se cubrió de espeso follaje.

Cuando el árbol alcanzó su crecimiento total, comenzó a nacer junto a su tallo una orquídea trepadora que, también con asombrosa rapidez, echó sus guías de esmeralda sobre el tronco del arbusto, con tanta fuerza y delicadeza a la vez, que parecían los brazos de una mujer.

El ardiente sol del trópico apenas si traspasaba las frondas del arbusto, a cuyo amparo, la orquídea se desarrollaba como una novia que reposa en el seno de su amado. Y una mañana se cubrió de mínimas flores y todo aquel lugar se inundó de inefables aromas.

Atraídos por tanto prodigio, los sacerdotes y el pueblo no dudaron ya que la sangre de los dos príncipes se había transformado en arbusto y orquídea; y su pasmo aumentó cuando las florecillas odorantes se convirtieron en largas y delgadas vainas que al madurarse, despedían su perfume todavía más penetrante, como si el alma inocente de “Lucero del alba” quitaesenciara en él las fragancias más exquisitas.

La orquídea fue objeto de reverencioso culto, se le declaró planta sagrada y se le elevó como ofrenda divina hasta los adoratorios totonacos; así, de la sangre de una princesa, nació la vainilla que en totonaco es llamada “xanath” (flor recóndita) y en azteca “tlilxóchitl” (flor negra).

Historia

La vainilla es parte importante de la historia de México, ha llevado su aroma y sabor a todo el mundo desde las milenarias tierras del Totonacapan en el Estado de Veracruz, México.

Los conocimientos sobre la vainilla son un patrimonio legado por los Totonacos, quienes hace más de mil años ocupan la región mexicana de Papantla y sus alrededores.

Comenzó en el reinado de Itzcóatl (1427-1440), la llamaba “tlixochitl” (flor negra) y entre los totonacas xanath. Los Aztecas usaban vainilla para aromatizar una bebida llamada Xocolatl preparada con vainilla y cacao.

Hernán Cortés llegó a Tenochtitlán en 1519 y fue recibido por el emperador Moctezuma Xocoyotzin.

En el primer banquete que les fue servido, Bernal Díaz, soldado al mando de Cortés, notó que el emperador disfrutaba una bebida que únicamente era servida a él y a los grandes personajes de la corte. Al preguntarle a un sirviente (Tlahuilli) le dijo que era la bebida de los dioses preparada con Tlilxóchitl y Cacaotl. Moctezuma notó el interés y ordenó les fuera servida a los españoles, quienes pidieron conocer los exóticos frutos de que era hecha. Grande fue su asombro al saber que esas negras varitas, fueran las que le comunicaban a la deliciosa bebida tan sutil perfume.

En 1520 llegó a España la noticia de una nueva especia, sin saber su lugar de origen.

En el año 1532 Fray Bernardino De Sahagún inicia investigaciones sobre las propiedades terapéuticas de la vainilla, descubrió que era de gran ayuda a la digestión.

En 1610, llegó a ser conocida en Inglaterra la famosa vainilla, ya que el pirata inglés Drake al capturar un galeón español descubre un paquete para el Rey de España conteniendo unas varitas perfumadas, el cual fué entregado a la Reina Isabel, quien las paso a su médico real Hugh Morgan para ser estudiadas. Morgan las bautizó con el nombre de “LOBUS AROMATICUS”; en aquel entonces nadie conocía su origen, naturaleza, ni propiedades.

El Rey Felipe II de España envió a su médico de cabecera Francisco Hernández en viaje de estudios a estas tierras para aclarar ciertos misterios de la vainilla. En1651, fue publicada en Roma la obra del Dr. Hernández y en ella se llama a la vainilla “ARACO AROMATICUS”.

Por casi tres siglos el único productor de vainilla fue México. En el siglo XVIII la vainilla fue llevada para su producción en invernaderos en Europa y en tierras tropicales de colonias Europeas. En 1730 hubo éxito en su desarrollo y floración pero la planta no fructificaba en aquellas latitudes, lo cual rumoro que nunca

daría fruto en áreas que no fueran la región del Totonacapan en México y cultivada por los indígenas Totonacas.

No fue hasta 1836 en que el botánico Charles Morren en el jardín botánico de Leyden en Bélgica, resolvió el misterio al comprobar que la orquídea de la vainilla es una flor Hermafrodita que requiere polinización manual o ayuda a través de abejas (melipona), hormigas u otros insectos para dar fruto (es la única orquídea que produce fruto, de las mas de 35,000 especies).

En 1841 un esclavo Edmundo Albius de la isla Francesa Bourbon (actualmente Reunión) perfeccionó el método de la polinización manual. A partir de ahí todos los países con posesiones en áreas tropicales fueron plantando vainilla, los Holandeses en Java, en 1841, los Franceses Madagascar en 1842, Tahití en 1848, e Islas Comoros en 1873; los Ingleses en 1890 a las islas Mauricio y las Seychelles, y los americanos a Puerto Rico en 1900.

Después de perder el monopolio mundial de la Vainilla, México empezó a declinar su producción y empezó a ocupar el primer lugar en competencia con Madagascar; actualmente México ocupa el último lugar en producción mundial no obstante que hubo una época en que la economía de toda la región giraba en torno a la vainilla.

Paradójicamente las grandes producciones de “Tlilxochilt (flor negra)” no están ubicadas en ningún territorio cercano al sitio de origen, la región del Totonacapan; sin embargo, conforme ha ido avanzando el tiempo, la historia de la vainilla y sus cosechas han tenido, y seguirán teniendo, giros muy drásticos.